Hace más de 20 años estalló el mayor
escándalo de corrupción de la historia de Italia. Hoy, los partidos
siguen dando señales de que los negocios oscuros no se han terminado.
Manos Limpias destapó el mayor escándalo de corrupción que ha
vivido la república italiana en sus 150 años de historia. Se llamó Tangentopoli y sentó en el banquillo a más de 4.000 empresarios y representantes de todas las formaciones políticas.
Llevaban dos décadas financiando ilegalmente a sus partidos gracias a
los fondos negros que obtenían con el cobro de comisiones por cada
adjudicación pública. Craxi, después de 20 órdenes de arresto, se exilió
con su botín a Hammamet, en Túnez, donde murió en el año 2000.
Tangentopoli fue devastadora para la economía italiana. En
1980 la deuda pública con respecto al PIB era del 60%. En 1992 pasó al
118% gracias a ese dinero público que se esfumaba entre los partidos. La trama investigada por Manos Limpias acabó con la I República y los partidos tradicionales que gobernaban desde la II Guerra Mundial.
Pero
hay muchos síntomas que indican que aquella transición hacia la II
República ha sido incompleta. Hoy, la deuda supera el 120% del PIB y es
una señal de que el escándalo no ha terminado, solo se refinaron los
métodos.
Como explicaba la semana pasada a la revista L'Espresso,
Francesco Greco, uno de los fiscales de Manos Limpias, "antes empresa y
política partían de dos realidades diferentes. Hasta el empresario más
potente tenía que pagar una comisión [...] Hoy el dinero se mueve sobre
todo para enriquecerse personalmente, pero en el centro hay una red de
amistades, relaciones, favores y protecciones recíprocas que recuerdan a
los lobbies. Hoy, empresarios y políticos se sientan en la misma mesa y juntos se aseguran los negocios.