20 may 2019

Los falsos profetas

Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos.
Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.

Reflexión
A lo largo de la vida nos vamos encontrando con multitud de personas que nos ofrecen de todo: placeres, amistad, facilidades, riquezas, sentimientos, diversión, amor, conocimientos… Muchos de ellos sinceros pero otros… Debemos saber discernir entre los falsos profetas, entre esos lobos con pieles de cordero y los que verdaderamente nos acercan a Dios. 

La Historia está llena de ejemplos. Cuántas veces hemos creído en la bondad de unas palabras, de un pensamiento, y al final nos hemos dado cuenta de que detrás de una hermosa apariencia lo que había eran oscuros intereses. Movimientos políticos, corrientes filosóficas, sectas de todo tipo que, al final, nos han mostrado su verdadera cara, sus frutos. Y no es sencillo distinguir el grano de la paja en muchas ocasiones. 

Hoy el Señor Jesús nos da un criterio sencillo y concreto para discernir quienes son los verdaderos profetas, los que nos encaminan hacia el Reino de Dios. “Por sus frutos los conocerán”. Cuando, aun con las miserias y pecados que todos tenemos, un cristiano es coherente con su predicación y ama al prójimo, podemos dar gracias a Dios de estar ante un profeta que edifica a toda la comunidad.

Al juzgar por los frutos del árbol de tu vida personal, ¿cómo te defines: falso o verdadero?

Del santo Evangelio según san Mateo 7, 15-20

19 may 2019

La comunidad empresarial que nos gobierna en secreto

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Empecé a trabajar de periodista en The Financial Times poco después de que se desatara la crisis financiera y en el momento culminante de la llamada “Guerra contra el Terror”. Yo era un joven y ambicioso reportero que trabajaba en uno de los periódicos serios más respetados del mundo y estaba listo para contar la verdad. Aprendí muy pronto que aquel no era un lugar donde hacerlo. Quizá debería haberlo imaginado. Poco después de los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, se me abrieron los ojos parcialmente. Cuando en el año 2003 sonaron los tambores de guerra, me enteré de que, a pesar de que Estados Unidos y el Reino Unido promovían el ataque a Sadam Husein, en la década de los ochenta le habían apoyado. El hombre a quien presentaban como la encarnación del diablo había sido nuestro colega unos cuantos años antes.

Poco después vi cómo a mi gobierno no le importaba en absoluto reescribir informes de los servicios de inteligencia para engañar a sus propios ciudadanos y meterlos en una guerra de todo punto ilegal. Pensé, quizá con ingenuidad, que trabajar en The Financial Times me permitiría seguir aprendiendo cosas, y en algunos aspectos estaba en lo cierto, aunque lo que aprendí no fueron las lecciones que ellos pretendían darme. Allí viví expuesto a la otra cara de esta moneda de la industria de la guerra: el mundo de las altas finanzas. Esas guerras no eran el vanidoso proyecto de unos dirigentes crédulos, eran tan solo la fase más reciente de la prolongada guerra de las élites mundiales contra los pueblos de nuestro mundo, librada con el fin exclusivo de engordar sus cuentas de resultados. Vi muy de cerca a los verdaderos gobernantes del mundo: no eran los políticos, sino los multimillonarios que se esconden detrás de ellos, lo marionetistas que lo movían todo. Me habían destinado a su órgano de comunicación, de modo que levantar alarmas no era, dicho con cortesía, lo más adecuado.

Durante los años siguientes fui testigo de primera mano de lo poderoso que es el sistema propagandístico que da cobertura a estos extorsionistas. (Ver más >)

5 may 2019

Cs, de entrada NO

Un liberal no es otra cosa que un fascista con dinero, un autoritario que cada vez que habla de propiedad privada, está hablando de apropiación privada de lo público. Por lo mismo, cuando un pueblo ejerce su derecho a voto y vota en mayoría a las opciones de izquierdas, está demostrando que no quiere políticas económicas donde los mercados se regulan con ayuda de la mano invisible. Para los que votamos con la zurda, el ser humano no ha dejado de ser medida de todas las cosas y, por lo tanto, el dinero no sustituye tal medida.


Sin embargo, lo que viene sucediendo en una sociedad capitalista como en la que estamos sumergidos, es que el voto cambia de rumbo y aunque tome el rumbo de la izquierda, al final se tuerce a la derecha. No sé si me explico, pero el cambio de rumbo se debe a que el imperativo económico se apropia de la buena voluntad de los votantes en democracia. Con esto quiero decir que Pedro Sánchez, por mucho que haya ganado el Gobierno, no ha ganado el poder. El poder sigue en manos del Capital.

Gracias a la inocencia de millones de personas que han puesto su voto en una urna pensando que votaban a la izquierda, la política económica de tendencia liberal se va a ver reforzada en breve, cuando el PSOE pacte con Cs. 

Es la gramática vil del espectáculo político. Son las reglas de un juego sucio que nos atrapa con mentiras. Todo sea para que el electorado que la otra noche gritaba "¡Con Rivera no!, se sienta convencido de que no hay otra forma de gobernar que no sea pactando con Rivera.

El PSOE conoce bien el truco. Lo lleva aplicando desde aquellos tiempos en los que su eslogan fue: "OTAN, de entrada No" ¿Se acuerdan, verdad? Lo único que va a hacer ahora el PSOE va a ser cambiar las siglas del enunciado, de tal forma que donde ponía OTAN va a poner Cs.