16 oct 2020

Lo que el dinero no debería comprar según Michael Sandel, un Sócrates de la era digital

El profesor de Harvard Michael Sandel, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018, reivindica el papel del diálogo filosófico para revitalizar la democracia y frenar el poder del dinero.


El 24 de mayo pasado, unas cuatrocientas personas, entre estudiantes, profesores y público interesado, vivimos en directo una experiencia filosófica genuina en el Paraninfo de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

Tras ser distinguido por la Red Española de Filosofía por su ingente labor de dinamización, difusión y proyección global de la disciplina, Sandel desarrolló en diálogo abierto con el público, especialmente con los estudiantes, un ejercicio de razonamiento moral acerca de Lo que el dinero no puede comprar».
Tres ejemplos con los que no mercantilizar

Los tres ejemplos proporcionados por Sandel fueron la conservación de las especies animales en peligro de extinción, la acogida de refugiados y la subrogación comercial de úteros.

La audiencia se pronunció a favor o en contra de su mercantilización y a partir de ahí se desencadenó el debate. Una joven interviniente propuso, además, otro caso de análisis: el mercadeo de las emisiones de CO2 entre países ricos y pobres con el fin de afrontar el cambio climático.

La advertencia de Sandel es que no es lo mismo la economía de mercado, entendida como un instrumento eficiente para la distribución de bienes y servicios, que la deriva actual en «sociedades de mercado» en las que se presupone que todo puede ser vendido y comprado al margen de su valor intrínseco y de su relevancia moral.

No es posible, en suma, cercenar la moralidad de la economía. En la tradición de negar la neutralidad valorativa de la ciencia, Sandel converge con la vieja tesis de Habermas sobre la colonización del «mundo de la vida» por el sistema –el dinero y la burocracia– y llama activamente a consensuar qué ámbitos y prácticas sociales deben subsistir al margen del tsunami causado por la globalización neoliberal y su desbocada expansión comercial. La misma filosofía, una herramienta orientada al bien común, no debe ser arrinconada por el cortoplacismo de la rentabilidad.