Aunque los hospitales estadounidenses no están invadidos de revendedores, la atención médica a menudo requiere largas esperas. Las citas médicas tienen que programarse con semanas, y a veces meses, de antelación. Si alguien necesita acudir a una consulta, puede que tenga que poner a prueba su paciencia en la sala de espera para ser atendido durante diez o quince minutos en la consulta del doctor. La razón: las compañías aseguradoras no pagan mucho a los médicos de atención primaria por las citas rutinarias. Para poder vivir decentemente, los médicos generales tienen listas de tres mil o más pacientes, y a menudo han de atender a toda prisa veinticinco o treinta citas al día.
Muchos pacientes y médicos se sienten frustrados con este sistema, que deja poco tiempo a los médicos para conocer a sus pacientes o responder a sus preguntas. Por eso, un número cada vez mayor de médicos ofrece ahora una forma mejor de atenderles conocida como concierge medicine. Del mismo modo que el conserje de un hotel de cinco estrellas, el médico personal está al servicio del paciente las veinticuatro horas. Por unas cuotas anuales que van de 1.500 a
25.000 dólares, los pacientes tienen aseguradas citas para el mismo día o el siguiente, consultas sin esperas y sin prisas, y acceso las veinticuatro horas al médico por correo electrónico y teléfono móvil. Y si necesita ver a un buen especialista, el médico personal le acortará el tiempo de espera
El razonamiento mercantil
Las historias que acabamos de comentar son signos de los tiempos. En aeropuertos y parques de atracciones, en los pasillos del Congreso y en las salas de espera de los doctores, la ética de la cola —«el primero en llegar es el primero al que se atiende»— está siendo desplazada por la ética del mercado —«uno recibe según lo que pague».
Y este desplazamiento refleja algo más serio: la penetración creciente del dinero y de los mercados en esferas de la vida que antes no se regían por normas mercantiles.