24 dic 2020

La sanidad pública y un Jaguar en el garaje


Todo el mundo se está haciendo muchas preguntas sobre las consecuencias sociales del confinamiento mundial que ha provocado la pandemia del coronavirus. Las consecuencias a largo plazo, las que afectarán a nuestras vidas. Seguro que son muchas y diversas, hay especulaciones para todos los gustos. Pero hay una conclusión que a día de hoy ya ha quedado absolutamente clara: la sanidad pública es una prioridad para el conjunto de la sociedad, hay que considerarla como tal y como tal hay que defenderla.

Los gobiernos del PP se emplearon a fondo en externalizar, en privatizar, en fomentar el copago y el repago de medicamentos, en vender la sanidad pública para que se enriquecieran sus presuntos socios, cómplices y amiguetes, presuntos colaboradores en una corrupción que a muchos ha llevado ante los tribunales. A la sanidad pública la despreciaron, la humillaron, la desmantelaron, la recortaron, nos la cambiaron por otra de precariedad laboral y falta de personal, de listas de espera, de falta de material, de falta de camas y reducción de pruebas diagnósticas. En definitiva, nos robaron aquella sanidad con la que crecimos sabiendo que, nos pasara lo que nos pasara, tendríamos la mejor medicina, la mejor enfermería, los mejores hospitales al servicio de nuestra vida.

Se puede decir que la calidad y la universalidad de la sanidad pública española fue lo único en lo que estaba de acuerdo todo el mundo. Menos los usureros, claro, que no dudan en lucrarse con lo que sea, incluida la salud, y esos políticos de la derecha neoliberal que se lo permiten porque a lo mejor les aparece un Jaguar en un garaje. Esos políticos para quienes importa más un Jaguar que la salud y la moral.