En un pasaje de la República de Platón, el filósofo Glaucón sostiene frente a Sócrates la tesis de que todos los humanos somos corruptibles, proclives a la corrupción. Todos sin excepción, tanto los abiertamente corruptos como los que respetan las leyes, solo que estos tienen miedo de ser descubiertos y castigados, y por eso se abstienen de cometer las fechorías que desearían tanto como los otros. Para ilustrar su tesis, Glaucón cuenta la historia del anillo de Giges.
Giges era un campesino que, en una de sus andanzas , descubre casualmente una tumba en la que, rodeado de muchos objetos, yace un cadáver que lleva un anillo. A Giges le gusta el anillo, lo toma y se lo pone y, al encontrarse luego con sus compañeros, se da cuenta de que, si lo hacía girar en una dirección, se volvía invisible. Sorprendido por esa capacidad, lo primero que se le ocurre es aprovecharla para cometer actos ilícitos, especialmente para apropiarse de lo que no es suyo, con la tranquilidad que le otorgaba no poder ser descubierto. Esto, dice Glaucón, es lo que haría cualquiera si tuviera un anillo así: sabiéndose invisible, daría rienda suelta a su codicia y tomaría lo que deseara, sin importar si fuese o no suyo. Lo harían tanto el corrupto como el que afirma no serlo, pues lo que nos define es la codicia, y lo único que frena nuestro impulso es no saber cómo ocultarlo ante los demás.
Sócrates se va a oponer a esta tesis y sostener que es posible, además de deseable, mirar las cosas al revés; es decir, imaginar que lo más valioso de la vida es cultivar un bien común, no promover la perfidia ni la envidia recíproca, sino más bien las ventajas o los valores de la convivencia solidaria. Nuestra vida moral, piensa, debería estar destinada a convertirnos en mejores personas. Pero en este emblemático relato se halla sintetizada, por así decir, la interpretación filosófica de la conducta humana corrupta: de sus motivaciones, sus presupuestos, sus consecuencias, y también de las formas de combatirla. Como veremos a continuación, a lo largo de la historia los filósofos no han hecho otra cosa que tratar de dar explicaciones al debate entre Sócrates y Glaucón sobre la conducta del hombre corrupto así ejemplificada.