Ochenta años después, el PIB sigue entronizado como el principal indicador de la marcha de economía y su crecimiento o caída mueve las políticas públicas y obsesiona a los gobernantes. Continúa midiendo solo cosas tangibles, y no los servicios (ni mucho menos los digitales), igual que en época de Kuznets. Pero en contra del criterio de su creador ahora sí contribuyen al cálculo del PIB la especulación financiera, la prostitución, el tráfico de drogas o el armamento.
El periodista David Pilling explica en una entrevista con eldiario.es que es hora de bajar del altar este indicador y empezar a contemplar también otras cifras como la distribución, la renta mediana (que da una idea de cómo vive la persona típica) o la longevidad con salud. La arbitrariedad del cálculo del PIB no implica que sea neutro, ya que su crecimiento se ve favorecido por la contaminación, el delito y las guerras, como relata en el libro El delirio del crecimiento (Editorial Taurus) con multitud de ejemplos y un verdadero afán por hacer comprensible y amena la economía.
¿Debe entonces sustituirse el PIB por otro indicador de la marcha de la economía?
La pregunta no debe ser esa. Voy a usar una metáfora. Vamos en la cabina del piloto de un avión, y sabemos a la velocidad a la que va el avión, cuanto combustible queda, la altura a la que va. Son todos números que puedes combinar y sumarlos y te dan otro, por ejemplo 162. ¿Pero qué te dice? Igual estás a punto de estrellarte. Eso es un poco el PIB. Lo que necesitamos es desagregar esos números, igual que hace un piloto en la cabina. El PIB está muy bien como uno de esos números, pero a lo mejor también necesitamos medir la distribución, la renta mediana o la longevidad con salud. Luego está la medición de la sostenibilidad, las emisiones de CO2. Ya tenemos el dato, pero no nos lo tomamos en serio. Casi todo el mundo sabe que el PIB español creció el año pasado un 2,5%, pero ¿cuál fue la producción de CO2? Quizá si tomáramos en consideración otros números para tener una idea más equilibrada de la sociedad en la que vivimos nos iría mejor. (Ver más >)