22 abr 2019

La clase política está absorbida en su propio discurso, aislada de los problemas de la vida cotidiana

España es uno de los países de la Unión Europea de los Quince (el grupo de países de la UE con mayor nivel de desarrollo económico) donde hay más distancia entre la percepción de lo que la mayoría de la población considera que son los principales problemas del país, y lo que los establishments políticos y mediáticos así consideran. Esta distancia entre lo que la gente normal y corriente cree que es más importante y lo que aquellos establishments valoran más es enorme y alcanza niveles sin precedentes. Veamos los datos.


Todas las encuestas creíbles (que no son muchas) señalan que el interés y las preocupaciones de las clases populares (que son la mayoría de la población) son; 
  1. La elevada tasa de paro (que alcanza unas dimensiones alarmantes entre las personas que desean trabajar y no encuentran trabajo), 
  2. La excesiva precariedad entre gran parte de los que sí que lo encuentran, 
  3. Los bajos salarios (y, consecuentemente, la dificultad para llegar a fin de mes), 
  4. La limitada accesibilidad al alquiler y a la vivienda
  5. La reducción de la capacidad adquisitiva de las pensiones (sí, repito, en contra de lo que se publica en los mayores medios, de las más bajas de la UE-15), 
  6. El crecimiento de las listas de espera en la sanidad
  7. La subfinanciación del sistema educativo (con las tasas universitarias más altas de la UE) 
y otras realidades que señalan la enorme crisis social que existe en España, sin precedentes en la época democrática, como he documentado extensamente en mis trabajos (ver mi artículo “El enorme sufrimiento causado por el neoliberalismo y sus responsables”, Público, 26.03.19).

En cambio, en los grandes medios de comunicación y en los fórums políticos el GRAN TEMA que ha absorbido la gran mayoría del espacio y tiempo ha sido lo que se llama en ocasiones el “tema territorial”, también conocido como el “tema nacional” o también “la relación entre España y Catalunya” (ignorando, en este último caso, que la mayoría de catalanes no desea la independencia). Tan alejada está la percepción de lo que es “más importante” por parte de los representantes políticos por un lado, y de los representados por el otro, que este alejamiento ha pasado a ser percibido por la mayoría de la población como un problema grave del país. 

Desde hace años se ha ido percibiendo que existe una clase política ensimismada y supertensa, absorbida en su propio discurso y temáticas, aislada de los problemas de la vida cotidiana de las clases populares. Mientras la tensión territorial entre el Estado español y la Generalitat de Catalunya ocupa la mayor parte del espacio político y mediático del país, apenas aparece entre las principales preocupaciones a nivel de las clases populares. Sí que aparece, en cambio, como problema, el comportamiento de la clase política. No hay duda de que ello está creando un problema de legitimidad del Estado, así como el crecimiento de la desorientación, el cansancio y la abstención.

¿Por qué existe esta distancia entre lo que preocupa a la gente y lo que preocupa a la clase política? ¿Y por qué no se habla de ello?

Han sido los mayores medios los que han configurado este marco de lo aceptable o no en el debate político. Se han convertido en los principales responsables de la ocultación de la crisis social y sus responsables. De la misma manera que vemos en los partidos políticos que a mayor es su neoliberalismo, mayores son su “patriotismo” y su ondeo de las banderas, vemos en los medios que, a mayor neoliberalismo, mayor espacio dan al tema nacional. Y el problema es que en España no hay ningún gran medio ni de centroizquierdas ni de izquierdas.

Pregúntese, lector, por qué, y mire qué han estado haciendo tales medios durante todos estos años y su servilismo hacia las estructuras del poder. Hay muchos manipuladores y falseadores de la realidad en los medios que deberían ser censurados por los organismos profesionales representativos de tal cuerpo, los cuales permanecen en silencio ante casos tan obvios de mala práctica y sinvergüencería. Así de claro. (Ver más >)