La población norcoreana está clasificada según un estricto sistema de control ideológico con tres rangos y 51 subcategorías, según su lealtad al régimen
Ser norcoreano, como ser indio, es mucho más que ser un ciudadano de
una parte del mundo. Ser norcoreano implica —como en el caso de un
indio, aunque con marcadas diferencias en el sistema de castas— ser
sujeto de un determinismo social —y político— que decide el destino, la
clase y las oportunidades de alimentarse, recibir educación, encontrar
un empleo o simplemente vivir.
El rígido sistema de castas conocido como songbun marca de
por vida a todos los norcoreanos según hayan nacido —o progresado, o
descendido, como en el probable caso de la familia del ejecutado Jang
Song-thaek— en uno de los tres escalones en que, según su lealtad o
desapego al régimen de Pyongyang, se clasifican todos los norcoreanos.
Son los siguientes: “leales”, la aristocracia, el entorno del poder;
“vacilantes” o dudosos, todos aquellos sospechosos de desafección, los
tibios o no suficientemente entusiastas con el líder, esa fina línea
gris que puede oscilar entre la salvación y el ostracismo; y, por
último, los “hostiles”, sobre los que no cabe duda alguna y que acarrean
de por vida una existencia arrastrada. (Ver más >)