6 ene 2019

El mundo académico y la publicidad controlan nuestra mente. ¿No lo sabías?

¿Hasta qué punto somos libres al tomar decisiones? Estamos convencidos de que nosotros mismos elegimos nuestro camino, pero, ¿es del todo cierto? Si tú o yo hubiésemos vivido hace 500 años, nuestra visión del mundo y nuestras decisiones habrían sido completamente diferentes. Nuestro entorno social moldea nuestra mente, especialmente los sistemas de creencias que establecen aquellos en situación de poder. En esa época eran los monarcas, los aristócratas y los teólogos; hoy son las corporaciones, los multimillonarios y los medios de comunicación.

Cada mes se publican nuevos libros sobre el tema, con títulos como El código de la persuasión: cómo el neuromárketing puede ayudarte a convencer a cualquiera, en cualquier sitio, en cualquier momento. A pesar de que algunos están indudablemente sobrevalorados, describen una disciplina que penetra rápidamente en nuestra mente, haciendo que el pensamiento independiente sea cada vez más difícil. La publicidad más sofisticada se asocia con las tecnologías digitales diseñadas para eliminar el trabajo de una agencia.
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Sí, ya lo sé: yo trabajo en una industria cuyos mayores beneficios provienen de la publicidad, así que soy un cómplice más de esto. Pero todos lo somos. La publicidad y su destructivo impacto sobre el planeta, nuestra tranquilidad y nuestro libre albedrío es parte del núcleo de nuestra economía, basada en el crecimiento. Con más razón debemos desafiarla. Las universidades y las sociedades académicas son los primeros espacios donde debería comenzar esta resistencia: son ellas las que deben marcar y mantener unos estándares éticos. Si ellas no pueden nadar contra la corriente del deseo construido y el pensamiento construido, ¿quién podrá?