26 jul 2018

El sesgo de confirmación: por qué todo lo que vemos parece confirmar lo que pensamos

Durante la década de los 70, dos psicólogos israelís llamados Daniel Kahneman y Amos Tversky estaban obsesionados con la forma en la que los seres humanos tomamos decisiones. Llevaron a cabo múltiples investigaciones y experimentos para demostrar que, en entornos de incertidumbre, las personas decidimos alejándonos de los principios de la probabilidad.

Resumiendo sus conclusiones de una manera sencilla, lo que defendían estos dos psicólogos es que los seres humanos utilizamos “atajos mentales”(llamados técnicamente heurísticas) para simplificar problemas complejos. Muchas veces las heurísticas son útiles, pero algunas veces nos llevan a cometer errores.

Este sesgo es también uno de los principales culpables de la extensión generalizada de las fake news y el auge de las conspiraciones. Tendemos a confirmar nuestras propias creencias y descartar el resto de evidencias en contra, por lo que en una era donde la sobredosis de información es constante, siempre encontraremos algo que concuerde con lo que pensamos y nos confirme que tenemos razón.

18 jul 2018

La sociedad narcotizada

Norberto Bobbio decía que “la televisión es por naturaleza de derechas, no sólo porque ofrece una realidad confeccionada y carente de problemas más allá de la crónica de sucesos sino, sobre todo, porque depende fatalmente del sistema publicitario, que la pone en manos del poder económico y de sus intereses, raramente coincidentes con los de la mayoría de ciudadanos”. 

Bobbio, creo, estaba en lo cierto. La televisión, que podía ser un instrumento magnífico para la democratización de la cultura y el conocimiento, es, por el contrario, un extraordinario medio para la idiotización, para el fomento de la indolencia colectiva, para crear esclavos, bobos, alienígenas, para la mentira, para impedir que los pueblos decidan por sí mismos y encaren su pasado y su futuro con ilusión, participación y espíritu crítico. De tal modo que hoy, a pesar de los esfuerzos hechos por algunas personas de relieve, pesa mucho más en la población la opinión de un futbolista o un Matamoros que lo dicho y escrito por José Luis Sampedro, Josep Fontana o Almudena Grandes.

7 jul 2018

Hacia una sociedad cándida

... Pues bien, sumergido 24/7 en la ciudad y en publicidad desde el nacimiento, el cándido se ha creído que el mundo existe sólo para él y que sólo una injusticia podría privarle de disfrutarlo por completo. El mundo existe sólo para él, y en él el cándido podrá ser lo que desee, sin ningún límite, movido por un voluntarismo que funciona como criterio de verdad. ¿Quién se atreverá a negar a un joven que es un gato si él manifiesta su sentimiento de que lo es? Ser gato es acto de voluntad; no está materialmente determinado. We can be heroes just for one day.

El marketing ha convencido a los niños de que el mundo a su alrededor ha de responder a las necesidades que el propio marketing crea, las cuales pasan a ocupar el primer puesto dentro de la jerarquía de importancias en una psique hipercentrada en sí misma. Los sentimientos pasan a ser la escala que le es propia a todas las cosas. Esta idea ya no cambia, ni siquiera cuando el niño alcanza la edad adulta. La medida de todas las cosas deja de ser un orden moral y pasa a ser una historia privada cuyo único hilo de coherencia es el voluntarismo y el sentimentalismo del yo. La democracia deja de ser una negociación entre valores y pasa a ser una negociación entre gustos.

En su narcisismo y su arrogancia ignorante, con su maestría en el uso de la ironía y los zascas, el cándido se presenta como la cumbre de la pureza y la esencia humana, mientras Bernays se parte de risa recordando a las mujeres norteamericanas que tomaron conciencia reivindicativa de su condición de mujer fumando Lucky Strike. “Ese amor del que usted me habla lo inventamos hombres como yo para vender medias”, dice Don Draper a una clienta en el primer capítulo de “Mad men”. Las facultades de Psicología se abarrotan de cándidos, y, sin embargo, la visión del ser humano y del mundo que tienen esos graduados al término de sus estudios le debe más a Dulceida que a Freud o Skinner.


3 jul 2018

La posverdad de las mentiras

Hay acuerdo general: no es lo mismo la posverdad que la mentira. Lo primero es un intento de manipulación de la realidad y supone crédulos voluntarios; lo segundo, una afirmación que contradice los hechos y que busca engañados involuntarios. Hasta hace cuatro días mentir estaba mal visto. La Biblia incluía su prohibición entre los mandamientos y Kant anatemizaba de tal forma la mentira que ni siquiera la admitía para salvar la vida de un inocente. 

No obstante, se daba por hecho que había mentiras y que entre los grandes mentirosos destacaban los gobernantes. Quizás por eso Miguel Catalán sitúa casi al inicio de su séptimo volumen dedicado al estudio de la mentira (Mentira y poder político) una afirmación rotunda: “Los políticos mienten más que el resto”. Coincide la aparición de ese libro con la reedición de dos textos de Hannah Arendt (reunidos en Verdad y mentira en la política). El primero se abre con lo que llama un “lugar común”: “La mentira siempre ha sido vista como una herramienta necesaria y justificable para la actividad no sólo de los políticos y demagogos, sino también del hombre de Estado”. En la misma línea el periodista inglés Matthew d’Ancona afirma: “Mentir ha sido parte integral de la política desde que los humanos se organizaron en tribus”.

Tanto D’Ancona como el que fuera directivo de la BBC y de The New York Times Mark Thompson y Victoria Camps vinculan la facilidad con que se ha impuesto la posverdad con el pensamiento débil defendido por no pocos filósofos, sobre todo europeos. “La hermenéutica de la sospecha, el pensamiento débil abrieron la puerta a la posverdad”, escribe Thompson, configurando un mundo en el que “tú eliges tu propia verdad como si fuera un bufet libre” (D’Ancona). Lo sorprendente es la facilidad con la que se abren paso estas falsedades. Porque hasta ahora, escribe Catalán, “para ocultar una realidad universal” había hecho falta “todo un mundo de mentiras”.