La foto es la historia de una serie de personajes que están ahí, como
diputados, ministros en funciones y otras labores varias, porque lo ha
decidido el aplaudido; parafraseando a Alfonso Guerra, ni uno solo de
los palmeros habría salido en esta foto de haberse movido. Y lo saben, y
aplauden.
Y ese es el panorama que la fotografía describe mejor que lo haría un
tratado de trescientas páginas de cuidada prosa: un partido en el que todos los que están son porque el líder supremo así lo ha decidido; y en el que el líder supremo se cree lo que le dicen, lo que le aplauden, aquellos que le deben la vida.
Es el mal que está acabando con el PP y acabará con otros: una
estructura piramidal que genera lealtades perrunas y en cuyo vértice
superior está un político tan alejado de la realidad como de Marte,
entre otras razones porque para él la realidad del día a día está llena
de palmeros que le van a aplaudir diga lo que diga, haga lo que haga,
aunque les lleve como les está llevando a un matadero en el que los unos
entrarán aplaudiendo y él, abrochándose la chaqueta fatuo, convencido
de que, tal y como le dice Arriola, es el mejor.