Se acumulan en los últimos años los casos de grandes empresas que hacen trampas buscando el máximo beneficio.
Tranquilos, el fraude de Volkswagen es
una excepción, no es la norma. Que nadie corra a sospechar de la
industria automovilística, ni de las empresas alemanas, ni de las
multinacionales en general. Ni por supuesto del capitalismo globalizado
versión 2.1. Es la excepción, no la norma.
La norma es que las empresas respetan la ley, no
engañan, no defraudan. Y cuanto más grande la empresa, más respeto,
menos engaño. La mayoría de multinacionales asume su “responsabilidad
social corporativa”, y muestra su compromiso con la sociedad, el medio
ambiente o la infancia mediante generosas donaciones y proyectos. La
propia Volkswagen lo hace.
La norma es que el
capitalismo respeta leyes y regulaciones, aunque poca falta hacen, ya
que podría regularse solo, mediante la mano invisible del mercado. La
norma es que la búsqueda del máximo beneficio a toda costa no
necesariamente exige hacer trampas.
Yo mantengo intacta mi confianza en el sistema económico. Estoy seguro
de que se pueden ganar 13.000 millones anuales de beneficio (los de
Volkswagen el año pasado) sin romper nada, cumpliendo la ley, sin
trampas. No creo que, como decía Balzac, detrás de toda gran fortuna hay
un crimen.
Me niego a creer, como sostiene César Rendueles en Capitalismo canalla, que el capitalismo sea malo ya de nacimiento.