La industria de la comunicación es una de las más concentradas en la
globalización económica. Los grupos mediáticos dominantes producen y
emiten saberes, ideas, actitudes y valores. A su vez, tienen la potestad
de imponer una agenda, parcelar la realidad, definir qué es una
“noticia” y determinar cómo será tratada. Detrás subyace su función más
importante: construir el imaginario social y conservar el statu quo.
Hechos sin contexto y con causas sesgadas
Por ejemplo, la “crisis” se atribuye fundamentalmente a “haber vivido
por encima de las posibilidades” o “gastar más de lo que se tiene”
Desvío de causantes
Al sesgar las causas también se tergiversa la identificación de los causantes.
Poderes invisibles
Tal es el caso los lobbies, grupos de presión
Verdades instaladas
Otro recurso es la repetición incesante de argumentos y relatos hasta instalarlos como verdades.
Chivos expiatorios
Cargar las culpas sobre un actor permite exculpar al resto, y a las propias dinámicas sistémicas.
Hostilidad frente a críticas
Las alternativas al capitalismo son moldeadas, considerándolas anacrónicas, inviables, populistas o no realistas.
El capitalismo detrás de las palabras
Seguramente el lenguaje es el medio más poderoso de estos grupos
concentrados. Al condicionar el significado de las palabras, condicionan
la realidad.
Opinión pública y control ideológico
Todo esta (no) narrativa del capitalismo tiene como correlato un sistema
de valores funcionales, como la competencia, el crecimiento, el
individualismo, la maximización del lucro, la libertad de empresa y el
consumismo como derechos inalienables. Estos valores son instituidos por
los medios hegemónicos como incuestionables y su matriz de opinión,
impuesta como un conjunto de verdades, configuran la visión de la
realidad de las mayorías.
Esta estructura oligopólica, con un puñado de medios que controlan el
conocimiento y el reconocimiento de la realidad de millones de
personas, garantiza la reproducción de este tratamiento, y con ella la
preservación del statu quo y sus estructuras de poder. En este
contexto, la información es una mercancía esencial, cuya rentabilidad es
el principio que rige la pertinencia de su producción.
Esto también pone en evidencia el conflicto de intereses entre los
negocios y el derecho a la comunicación. Por ello, un reto central en la
batalla cultural contra el capitalismo consiste en desmercantilizar la
información y colocarla en el plano de los derechos. Porque la
democratización de la sociedad y de la economía necesariamente van de la
mano de una democratización de las voces y las palabras, en definitiva,
de los medios de comunicación.