La justicia española suele ser percibida por los ciudadanos como una entidad conservadora, clasista y machista. Si no se sacude estos calificativos es, sencillamente, porque sus jueces actúan con una facilidad pasmosa de forma conservadora, clasista y machista.
Analicemos sus causas. Se trata de un órgano fuertemente politizado tras el vergonzoso pacto bipartidista del PPSOE, y está controlado por lo más rancio de la sociedad jurídica. Veloz como el Correcaminos cuando quiere (un día tarda en prohibir un referéndum), lento como un caracol en otras ocasiones (como con la condena a Rodrigo Rato), contundente o permisiva de manera antojadiza, indulta casi en exclusiva a la aristocracia corrupta y se convierte en el azote de las clases más bajas. Para la casta, el fiscal es un aliado. Para el pueblo, el terror.