Cierre los ojos. Ahora piense en mujeres y hombres poderosos. Sobre todo hombres. Vuelva a abrirlos. Probablemente, entre los rostros que han desfilado por su cabeza haya al menos uno del Opus Dei. La mayoría no lo dice públicamente. No por vergüenza, sino por orden sagrada.
Si bien la red continúa activa, el lobby opusino enfrenta ahora un problema biológico: sus integrantes se van haciendo mayores y no se observa una clara línea de renovación. “Ya no entra gente, y la que entra no dura”, señala desde Vitoria Carmen Charo. “Tienen poder, pero han perdido masa -añade Azanza-. En todas las ciudades españolas, tanto en capitales como en otras ciudades medianas, conservan sus colegios, pero hay que tener en cuenta que España ya no es la que era: ese integrismo y fanatismo ya no es tan importante entre la gente”. Charo apunta en el mismo sentido: “A nivel espiritual -sostiene- son medievales”. Influyentes, pero medievales.