¿Estamos muertos en vida?, como decía Philip K. Dick.
¿Estamos muertos y no lo sabemos? Así lo cree Hernández quien señala
que los zombis triunfan en las pantallas porque también lo hacen en la
política, la economía y la cultura. Es un extraña fascinación que huele a
"identificación inconsciente" con la triste condición de muertos
vivientes, de "seres disminuidos que necesitan tragar casquería mediática para sobrevivir, que no vivir".
"No
hay más que mirar a la cara a la mayor parte de nuestros políticos,
empresarios, obispos, líderes de opinión, tertulianos, científicos,
intelectuales y famosos para darse cuenta: se nos muestran forrados de hormigón armado, blindados, sin espíritu, sin moral, vendedores de humo para infelices consumidores de humo.
Y esto no es una queja, si no una evidencia que debemos asumir, aunque
nos avergüence y nos entren una ganas inmensas de llorar", se lamenta Hernández.