Una persona accidentada se encuentra en la cama de un hospital, su
cabeza está envuelta en un aparatoso vendaje. Ha sufrido un fuerte golpe
en la cabeza y la lesión le ha afectado la región del cerebro que
controla los movimientos del brazo izquierdo.
El médico le solicita "por favor, levante su brazo izquierdo".
El paciente le dice que si, pero su brazo permanece donde está " ...lo tengo enredado en la sábana" dice.
El médico le asegura que no está enredado. En este punto el paciente puede llegar a contestar algo inverosímil como "bueno... quizás estoy un poco cansado, porque no tengo ganas de levantarlo en este momento". Las personas que atienden a accidentados saben lo incongruentes que pueden llegar a ser las respuestas de pacientes a los que se les solicita hacer algo que no pueden realizar.
La incapacidad de reconocer una imposibilidad es un trastorno llamado anosognosia y es parte de ese aspecto peculiar de la psicología humana: nuestra ilimitada capacidad de ilusión.
Ante la cruda e inequívoca realidad de que una parte del cuerpo está paralizado, una persona puede crear fácilmente un argumento alternativo con tal de no acreditar el problema. En realidad no está mintiendo, él mismo cree sinceramente en la validez de sus afirmaciones.
Está claro que los seres humanos estamos programados para "mantener la
ilusión", en tal sentido, el autoengaño es parte de esa estrategia, por
tanto, quizás lo mejor sea disfrutar de nuestras ilusiones mientras se
pueda y esperar que no nos causen demasiados problemas a lo largo del
camino.