La mano invisible está metida en el bolsillo de los ciudadanos. El
capitalismo no se pregunta cómo evitar los ciclos, vive de ellos.
Siembra burbujas sin control porque al final se le permite cargar el
coste sobre la espalda del trabajador, gracias a la inestimable ayuda de
la clase política más mediocre y entregada al poder económico que ha
conocido el mundo contemporáneo.
Ya nadie se lanza desde las ventanas de
Wall Street ni se lanzará desde las torres de la Castellana. Han
ganado, y España es el ejemplo más claro de su victoria. Se llenaron los
bolsillos y, cuando no daba para más, hipotecaron nuestros impuestos
para recuperar el dinero apostado.
El único modo de lograr su propósito
era crear un pánico paralizador que les sirviera, además, para deshacer
en tiempo récord lo que se tardó décadas en conseguir: los derechos
laborales, la cobertura del Estado de bienestar, la redistribución de la
riqueza. Se lo quieren llevar todo y, para lograrlo, están relegando de
nuevo a la clase trabajadora a una única aspiración: sobrevivir. He aquí la crónica de nuestro hundimiento.