El Alejandro Dumas español, Arturo Pérez Reverte, azuzado por Évole,
resumió con brillantez por qué España es un país históricamente maldito
para llegar a la conclusión de que no existen soluciones. Podrá haber,
dijo, intentos, posibilidades, vías, incluso aventuras por correr, pero
no soluciones. Podrán producirse estallidos parciales, pero no existen
estímulos intelectuales que hagan posible la revolución. Estamos
sometidos, siguió, a mecanismos de anestesia. Las élites que nos rigen
nos dan cosas para que no nos rebelemos, somos más reaccionarios que
revolucionarios. La gente está deseando que pase la crisis, asegura,
para volver a hacer exactamente lo mismo, para comprarse otro coche, y
si hubiera un amago de revolución lo primero que harían sería ver si le
habían destrozado su coche. Los políticos son la manifestación pública,
el síntoma de una enfermedad que somos nosotros, el acriticismo, la
incultura, el cainismo, la vileza, la envidia, eso somos nosotros, los
políticos son la oficialización de nuestra esencia. Y la única esperanza
es educar a los niños, como están haciendo en Catalunya, y para eso
hará falta una generación, los hábitos no se pierden por una crisis,
sentenció tras su vendaval de conceptos y palabras.