Siempre que veo El show de Truman siento un terrible desasosiego: un hombre es manipulado desde el mismo momento de su nacimiento.
El creador del programa le decía a su protagonista, cuando el velero en el que huía a través de un mar artificial con tormentas y oleajes también artificiales choca contra el fondo del monumental escenario, un decorado que representa un horizonte azul lleno de nubes blancas, que fuera de aquel mundo que había creado para él no iba a encontrar nada mejor, que era falso lo mismo que aquel del que intentaba escapar, sólo que allí nunca nada malo ha de pasarle. Intenta que sienta miedo, la más paralizante de las emociones, pero Truman decide (por primera vez en su vida), qué es aquello que quiere, escoge libremente, para bien o para mal, porque lo que no se puede consentir es que otros se crean dueños de tu vida y decidan por tí. (Ver más >)