Euro. Así se llama el perro de los niños Nico y Carol, protagonistas de Mi primer libro de economía, ahorro e inversión, que ha llegado a las bibliotecas de los colegios públicos de Castilla y León gracias a un convenio firmado entre la Consejería de Educación y la Fundación María Jesús Soto, dedicada a la “educación financiera básica”. El libro insta a los estudiantes de Primaria a trabajar de manera remunerada desde la infancia y a ahorrar para “poder tener dinero para estudiar en un buen colegio o universidad”. Se dice a los niños y niñas que invirtiendo bien su dinero podrían llegar a ser dueños de “Apple, Coca Cola o Disney”. La Fundación hace gala en su web del apoyo explícito de la Casa Real, del Papa, del ex presidente del Banco Popular o de Jorge Moragas, ex jefe de Gabinete de Rajoy y director de la campaña del PP para las elecciones de 2015, que ahora disfruta de un destino dorado en Nueva York. Están todos: la corona, la iglesia, la banca y el poder neoliberal. El capital. El perro Euro.
Con tal doctrina, que llega convenientemente ilustrada a las manos de las niñas y niños, la escuela pública es una vez más víctima directa de los intereses espurios de unos gobiernos que se han esforzado por hacer desaparecer un sistema educativo laico, igualitario y transversal, en beneficio de una enseñanza privada concebida como negocio y como espacio de ideologización religiosa y política. Un planteamiento que conculca un derecho fundamental y universal, que explica que los recortes en gasto educativo hayan alcanzado los 7.000 millones desde 2009 y que alcanza su más triste y vergonzosa expresión en el hecho de que el pacto educativo haya fracasado una vez más y siga siendo la gran asignatura pendiente del Estado.
Pero por detrás del desastre de la Lomce o de los graves problemas relacionados con la financiación, hay una cuestión troncal, que encabezaba el decálogo que la Plataforma Estatal por la Escuela Pública propuso en febrero cuando comenzaron las fracasadas negociaciones políticas por el Pacto de la Educación. El primer punto de los 10 que componían el documento ‘La educación que queremos’ decía así: “La educación básica debe entender como finalidades que los alumnos sean capaces de ser críticos”. Un alumnado crítico sería el objetivo principal de una educación democrática: niños y niñas capaces de analizar e interpretar la sociedad en la que viven y de convertirse en ciudadanos responsables y activos.