Uno de los libros más demoledores del año es 'La industria de la felicidad' (Malpaso), escrito por el economista y sociólogo William Davies. Trata de cómo la cultura contemporánea nos impone la obligación de ser felices, sea cual sea nuestra situación personal. En vez de identificar y atender necesidades sociales, los políticos y empresas emblemáticas de nuestra época (cada vez más indistinguibles) apelan a nuestras emociones, desde el botón de "me gusta" en Facebook hasta la promoción incesante del "pensamiento positivo" en sus mensajes.
"En realidad, debatir con las élites es posible, pero los presidentes y directivos de grandes corporaciones solo aceptan dialogar cuando no ven otra salida. Escuchar a los demás es un proceso desafiante e impredecible, por tanto lo tiene todo para desembocar en resultados que no les interesan. Prefieren apostar por el control psicológico a través de mensajes cuidadosamente construidos que arriesgarse a terminar en la democracia igualitaria", explica. El libro traza un profundo recorrido histórico, que arranca en la preocupación social de Jeremy Bentham (1748-1832), padre del utilitarismo, inventor del panóptico y pionero en imaginar el teléfono y la Seguridad Social. Con el paso del tiempo, la búsqueda de la máxima felicidad ha sido colonizada por partidos y corporaciones que intentan manipular a la sociedad en vez de satisfacer sus necesidades.
"El problema con buscar alternativas es que son de construcción lenta, requieren mucho tiempo, esfuerzo y compromiso personal. No está claro que sean muy efectivas, ni que tengan satisfacción creciente, ya que dependen de la voluntad en construir relaciones sociales significativas. Pasa como en política: organizar comunidades es una manera genial de ayudar a que las personas nos comprometamos con la democracia, pero no sirven necesariamente para gobernar una sociedad entera.Dicho esto, necesitamos esperanza. No se puede cuestionar o atacar un sistema sin explicar qué soluciones defiendes. Necesitamos un plan a gran escala para apoyarnos y cuidarnos. Es preferible implicar a la gente que manipularla o clasificarla. Nunca sabremos si otro modelo social es posible hasta que lo intentemos en serio".