En la época de la mentira, el sistema político se desmorona víctima de sus propios fraudes.
Aún no ha comenzado ninguna de las cinco campañas electorales que
padeceremos este año y numerosos políticos han batido ya varias veces
sus propios récords de imposturas, engaños, invenciones, calumnias…
mentiras puras y duras, vaya, con las que siguen creyendo que ganarán
votos de ciudadanos crédulos. Parecen ignorar que la misma tecnología
que hoy les permite multiplicar ese bombardeo de embustes, como el que
tantas veces usaron para embaucar a los votantes, es la que ahora
capacita hasta al más humilde de los electores para descubrir enseguida
la falsedad de esos tahúres.
Hasta ahora, el “y tú, más” tradicional en la política hispana había
bastado para distraer la atención de la opinión pública de la
podredumbre enquistada en el seno del mismo partido que acusa a los
demás de lo que en él anida. Un tradicional alarde en España del tercer
principio de la propaganda de Goebbels (el de la transposición): “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos”.