Las personas dotadas de un cociente de inteligencia elevado tienden a presentar un mayor pensamiento crítico, pero existen numerosas excepciones, entre ellas, incluso premios nóbel.
El pensamiento crítico depende de muchas capacidades cognitivas, algunas de las cuales no evalúan los tests de inteligencia. También influyen determinados rasgos de la personalidad.
Algunas de las estrategias que fomentan el pensamiento crítico pueden ejercitarse, como valorar la fiabilidad de la información. Ello favorece el éxito personal y profesional.
En todo caso, desarrollar el pensamiento crítico vale la pena, puesto que las capacidades de razonamiento de alto nivel que ello implica son transferibles a muchas áreas. Según un estudio dirigido por Heather Butler, de la Universidad de Claremont en California, un pensamiento crítico y agudo se asocia con una menor frecuencia de acontecimientos negativos en la vida (perder el trabajo al cabo de una semana de iniciarlo, comprar ropa y no usarla, ser acusado de provocar un accidente de tráfico, etcétera). Asimismo, parece favorecer mejores decisiones.
Para ilustrar los reveses a los que conduce la falta de pensamiento crítico en la vida diaria, Butler cita el ejemplo de los consumidores que en su día compraron zapatillas de baloncesto Reebok atraídos por una publicidad que anunciaba que dicho calzado «tonifica los glúteos hasta un 28 por ciento más que las zapatillas de baloncesto ordinarias, simplemente marchando con ellas». Los compradores recibieron una indemnización por parte de los fabricantes después de que un estudio del Consejo Estadounidense del Ejercicio (asociación que se dedica a difundir las prácticas deportivas que benefician la salud), desmintiera tal afirmación. Pero ¿no hubiera sido mejor que los usuarios pensaran un poco más para evitar el engaño?