6 sept 2015

La propaganda: ese miserable y turbio lenguaje del poder

La propaganda no es solo la actividad de dar a conocer algo, convenciendo de sus virtudes. Propaganda es algo mucho más turbio: es un discurso que cierra de manera irracional opciones que deberían ser analizadas. Es la capacidad de negar al interlocutor cualquier investigación o debate entre el ideal que se propone, casi nunca realizado anteriormente, y la realidad. La propaganda necesita que las instituciones democráticas y los medios de comunicación fallen estrepitosamente en su obligación de ofrecer un análisis racional de opciones.
Propaganda es a lo que estamos siendo sometidos desde hace mucho tiempo y en muchas facetas de la vida política, sin que instituciones democráticas ni medios seamos capaces de ponerle coto. Propaganda fue convencer al 70% de los norteamericanos de que Sadam Husein tenía algo que ver con el 11-S. Propaganda es convencer a los europeos de que la austeridad extrema es la opción única en la salida de la crisis económica. Propaganda es plantear la secesión de Cataluña como la única forma de solucionar sus problemas (otra cosa es defender esa secesión por motivos exclusivamente sentimentales o ideológicos). Propaganda es plantear la crisis de los refugiados como “oleadas”, “invasión”, “crisis de proporciones bíblicas” (titular inglés). Es simple propaganda, pero no sabemos explicarlo ni afrontarlo.

De vez en cuando, algún hecho golpea a los ciudadanos y rompe ese cerco. El diminuto y desamparado cadáver de Aylan llevó a muchos ciudadanos europeos a preguntarse si no existían opciones para evitar algo semejante. E inmediatamente se respondieron que sí. Que se podían hacer otras cosas.