Al final nos acostumbramos a dirigirnos a un público con el que estamos de acuerdo, buscando sobre todo “recompensas reputacionales” o, en palabras de Berger, “divisa social”. Es decir, queremos ganar puntos con los nuestros, no iniciar una conversación.
Esto hace que el intercambio de opiniones con personas que piensan diferente (o que simplemente se han equivocado) se vea mediatizado (y caricaturizado) por otros miembros del grupo. Como escribe el profesor de Derecho de la Universidad de Harvard Cass Susstein en su libro #Republic, las conversaciones profundas que cruzan barreras ideológicas son extremadamente escasas en redes sociales.
En consecuencia, corremos el peligro de ver a los demás como gente malvada o estúpida en lugar de, simplemente, como personas que opinan que hay otra forma de hacer las cosas que no coincide con la que nosotros consideramos más adecuada.
Además, estas mecánicas nos hacen más vulnerables a la manipulación: es fácil provocar una ola de indignación con el objetivo de potenciar una polarización que el político o grupo de turno considere beneficiosa para sus intereses, como apunta Susstein. De hecho, es uno de los motivos que ayuda a entender que Donald Trump dedique tanto tiempo a Twitter, explica el lingüista George Lakoff. Soltar una barbaridad en esta red social le ayuda a marcar el debate: da igual que los mensajes sean de apoyo o en su contra, su objetivo es simplemente marcar la agenda y lo hace provocando la indignación y el enfrentamiento. Su caso no es único, desde luego.
¿Pero esto se puede evitar?
El panorama parece desolador, pero los autores del estudio apuntan un par de claves que ofrecen algo de optimismo.
En su editorial del número de septiembre Scientific American sugiere imaginar que al lado del botón de retuit hay un botón de pausa. Pincharlo podría servirnos para pensar si estamos respondiendo a un tuit que solo quiere generar ruido, si merece la pena leer el artículo y no quedarse solo el titular, o si solo queremos quedar bien ante nuestros amigos y seguidores, demostrándoles que, una vez más, somos de los buenos. (Ver más >)