La cueva de ladrones es uno de los experimentos más famosos en el campo de la psicología social. Se utiliza para determinar los prejuicios sociales y empezó a emplearse en 1945 en la Universidad de Oklahoma (Estados Unidos).
El experimento contaba con tres etapas. La primera se centraba en alentar el sentimiento de pertenencia al grupo para lo que los profesores desarrollaron muchas actividades que afianzaban las relaciones internas en cada grupo. Tardes en la piscina, caminatas juntos y diversas actividades recreativas se llevaron a cabo. También les tocó elegir una bandera y un nombre para cada grupo. El grupo A se denominaron Ágilas y el grupo B, Serpientes de cascabel.
Los profesores pudieron comprobar que los chicos comenzaron a identificarse con su grupo y desarrollaron un fuerte sentido de pertenencia con aquellos que pertenecían a su mismo grupo. Tampoco tardaron en desplegar su propia jerarquía y roles dentro del colectivo. Además, se acrecentaron los vínculos entre los miembros de cada campamento.
La segunda etapa desarrolló una fase de fricción. En ella, se buscaba generar situaciones para crear conflicto con el otro grupo. Se les empezó a confrontar verbalmente y fueron los mismos chicos los que pidieron a los profesores la creación de actividades y competiciones entre ambos para ver quiénes eran mejor. Los profesores accedieron e incluso premiaban a los ganadores. En esta segunda etapa se impuso el grupo B.
Tras estas jornadas de competición la rivalidad entre los dos grupos se acrecentó.Ambos crearon sus propios conflictos externos a los juegos hasta el punto de no querer comer cerca del otro grupo. Esta etapa tuvo que acortarse antes de lo esperado, ya que se temía por los continuos enfrentamientos entre ambos y por el bienestar de los menores.
Para terminar con la tercera y última etapa, los profesores trabajaron en la integración. Guiados por los investigadores, intentaron que los conflictos se resolvieran y las diferencias generadas de forma artificial fueran eliminadas.
Para ello, buscaron metas colaborativas y crearon una serie de actividades donde tuviera mucho peso la cooperación entre ambos grupos. Idearon un juego de rol en el que unos supuestos delincuentes les habían robado todas las reservas de agua.
Con ello consiguieron tener un enemigo común y dejar a un lado sus diferencias para trabajar y lograr recuperar el acceso al agua. El malo ya no era el grupo A o el grupo B, era un tercer enemigo imaginario. No solo cooperaban entre ellos en esta y otras actividades, sino que los gestos solidarios se sucedían entre un grupo y otro.