Nos
gusta pensar que somos personas racionales, que tomamos la mayoría de
nuestras decisiones sopesando los pros y los contras. Esa creencia nos
da una sensación de seguridad y nos reconforta. Sin embargo, día tras
día somos víctimas de los sesgos cognitivos.
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Los sesgos cognitivos son desviaciones del proceso del pensamiento que
conducen a una distorsión, a un juicio inexacto o a una interpretación
ilógica de los eventos. En muchos casos, estos sesgos se deben a la
necesidad de asumir una postura ante determinados estímulos pero sin
tener toda la información necesaria. Entonces podemos llegar a
conclusiones erróneas.
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Obviamente, los sesgos cognitivos nos permiten actuar con rapidez pero
no siempre nos hacen tomar la mejor decisión. De hecho, a menudo nos
mantienen atados a nuestra zona de confort, allí donde nos sentimos a
salvo, y nos impiden desarrollar todo nuestro potencial.
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La buena noticia es que una vez que aprendemos a reconocer los sesgos cognitivos, dejamos de estar a su merced.
Los sesgos cognitivos más limitantes ->
1. Sesgo de confirmación. Se trata de la tendencia a favorecer
los datos que confirman nuestras creencias y a desechar aquellos que las
desmienten, un fenómeno que se aprecia con más intensidad cuando se
trata de contenidos de índole emocional o cuando las creencias están muy
arraigadas. Este sesgo también nos conduce a interpretar las pruebas
ambiguas a favor de nuestra postura. Por ejemplo, una persona que esté
en contra del aborto tendrá la tendencia a buscar las pruebas que
confirmen sus ideas.
Al ser víctimas de este sesgo, nos cerramos a las nuevas ideas o a
posturas que sean diferentes de la nuestra, con lo cual nos parapetamos
en nuestra posición y nos negamos a ir un paso más allá, aunque sea para
lograr un entendimiento con la otra persona o para ampliar nuestros
horizontes.
2. Sesgo del anclaje. Se trata de una tendencia a “anclarse” en
un rasgo o en una parte de la información y obviar el resto. Somos
víctimas de este sesgo cuando, por ejemplo, vamos a comprar y tenemos en
cuenta solamente el precio del producto o cuando nos enfadamos con
nuestra pareja por un hecho aislado y nos concentramos exclusivamente en
el defecto, haciendo que sus cualidades desaparezcan.
El Efecto Anclaje
nos lleva a adoptar una visión muy parcializada de la realidad, es como
si anduviésemos por la vida llevando unas anteojeras que no nos dejan
ver más que algunos detalles. De esta forma, nunca logramos analizar las
situaciones en su conjunto, no tenemos una visión global de los eventos
y, a la larga, esto nos lleva a tomar malas decisiones.
3. Aversión a la pérdida. Una vez que somos propietarios de algo o
que hemos establecido una relación con alguien, preferimos evitar la
pérdida antes que tener una ganancia. Por ejemplo, en términos
económicos, una persona pediría más dinero para renunciar a una de sus
posesiones que lo que estaría dispuesta a pagar por ese mismo objeto
antes de que fuese suyo. Esto se debe al hecho de que extendemos nuestro
“yo” a nuestras posesiones y relaciones por lo que, ante nuestros ojos,
su valor aumenta.
Se trata de un sesgo cognitivo muy difundido que en el imaginario popular se ha traducido con la frase: “Más vale un malo conocido que un bueno por conocer”.
Obviamente, este prejuicio nos puede hacer muy infelices ya que nos
mantiene atados al pasado, a las cosas y a las personas que conocemos, y
nos cerramos a las nuevas posibilidades.
4. Sesgo retrospectivo. Es la tendencia a mirar atrás y recordar
las decisiones propias como mejores de lo que fueron en realidad. Se
trata de una recapitulación que realizamos para sentirnos a gusto con
nosotros mismos, para lo cual modificamos el recuerdo de las ideas en
contra de la decisión que hemos tomado que antes rondaban nuestra mente.
Como no podemos volver atrás y cambiar la decisión, ponemos en práctica
este mecanismo a través del cual nos autoconvencemos de que hemos
apostado por la mejor alternativa.
Sin embargo, el autoengaño
nunca es la mejor solución porque nos impide aprender de nuestros
errores y nos encierra dentro de un círculo vicioso. Asumir una postura
objetiva respecto a nuestras decisiones nos permite crecer y desarrollar
al máximo nuestras potencialidades, quizás cambiando el camino que
hemos emprendido o eligiendo una ruta diferente la próxima vez.
5. Efecto laguna de exposición. Se trata de la tendencia a
expresar preferencias por determinados hechos o cosas, simplemente
porque estos nos resultan familiares. Sin duda, la impronta que tenemos
de nuestra infancia es muy fuerte y se manifiesta a lo largo de la vida
porque nos transmite la sensación de seguridad. Obviamente, este sesgo
cognitivo no solo se aplica a las experiencias infantiles. Por ejemplo,
una persona puede votar por un partido político solo porque es el más
publicitado y le resulta familiar o puede asumir determinada postura
únicamente porque ciertos argumentos le “suenan”.
Sin embargo, elegir determinadas experiencias o apostar por ciertos
tipos de relación solo porque estos nos resultan familiares nos impide
salir de nuestra zona de confort. Cuando no somos capaces de valorar
otras alternativas y nos quedamos con aquello que conocemos, no
estaremos explotando nuestro potencial al máximo y, al final del camino,
es probable que nos preguntemos: ¿qué habría pasado si…?
Posdata: Y si crees que nunca has sido víctima de estos
prejuicios cognitivos, probablemente estás sufriendo lo que se conoce
como “sesgo de punto ciego”, que implica no darse cuenta de los propios
prejuicios y verse a sí mismo como una persona menos sesgada que los
demás.