El mundo corporativo se ha unido para “desnudar” sus anuncios. Nocilla, Burger King o Skoda, entre otras muchas empresas con una alta inversión publicitaria, han lanzado una campaña para instruir al público sobre los mecanismos a menudo velados de la publicidad.
El resultado es una serie de carteles sencillos y llamativos que “venden” cosas tales como “humo”, “droga” o “grasa”. Eduardo Bernays, creativo publicitario detrás de la campaña, aclara el propósito: “Se trata de publicidad a la inversa. En lugar de coger un producto y añadirle emociones básicas para generar un deseo hacia él, lo hemos desnudado para mostrar lo que realmente es”.
Es sin duda una campaña arriesgada, pero que se inscribe dentro del pulso constante entre publicidad y público. “Las empresas se esfuerzan en comprender los cambios de la mente pública y dar una imagen justa y elocuente”, sostiene Bernays. “El activismo y las causas sociales como la mujer o el movimiento Black Lives Matter, que contenta a los sectores progresistas alterando lo accesorio para no tocar lo esencial, se han vuelto una pieza fundamental de la comunicación empresarial en los últimos años. Produce un consenso de élite aparentemente democrático, que legitima al poder económico y estimula las ventas al tiempo que hace al público parecer concienciado y dirige la lucha social hacia muñecos de paja. Un win win unilateral”.
¿Supondrá esto un descrédito a los productos “desnudados”? “Al contrario”, defiende Bernays. “El público apreciará la honestidad y comprará más “Grasa”. No estamos desvelando nada nuevo: ya se sabe que el tabaco es malo, que los coches son malos, que la Coca-Cola es mala, pero son todos productos muy queridos por el público. Dale a un mono un botón rojo y brillante que le produce un orgasmo cada vez que lo aprieta y verás lo que pasa”, concluye con una sonrisa cómplice.